CUERNOS DE ORO
El creador belga-marroquí ha estrenado en el Festival Julidans, de Ámsterdam, ‘Akal’, la tercera parte de su trilogía sobre los Imazighen. Fuimos a verlo y esto nos pareció…
Texto_MARÍA INÉS VILLASMIL Fotos_DIRK ROSE
Ámsterdam, 12 de julio de 2023
Imazighen o los llamados “hombres libres”, son indígenas del norte de África cuya cultura fue oprimida y en general ignorada durante muchos siglos dentro de la narrativa histórica del Mediterráneo. Para el creador belga-marroquí Radouan Mriziga, la sabiduría de estos indígenas contiene la semilla de un futuro más inclusivo y a ellos ha dedicado una trilogía de tres unipersonales, iniciada con Tafukt, seguida por Ayur y, finalmente cerrada, con Akal (que significa La Tierra) y ha sido presentada en el marco del Festival Julidans, que sigue su curso hasta el próximo domingo 16 de julio en la ciudad de Ámsterdam.
Akal, que rinde homenaje a la fuerza femenina encarnada en la diosa egipcia Neith, asociada con la creación del mundo en la cultura Imazighen, ha sido una de las propuestas más interesantes vistas en este festival, especialmente por la interpretación magistral de la bailarina, cantante y también coreógrafa Dorothee Munyaneza, que supo hacer suya la obra del coreógrafo, manteniendo cautivado al público durante los sesenta minutos que dura este solo de gran belleza.
Aquí el espacio escénico posee cuatro frentes y el suelo blanco tiene un diseño muy simétrico que nos recuerda investigaciones previas de este coreógrafo formado en la Escuela P.A.R.T.S., de Bruselas, quien se ha interesado en las formas de construcción del espacio, el movimiento y la arquitectura. La Sala 1 del Teatro Frascati, de Ámsterdam, donde se vio Akal, presentaba un diagrama muy simétrico dibujado en tres colores que definen claramente el espacio escénico construido, pero también la ruta de movimiento que sigue Munyaneza durante la representación, que va en claro contraste con la matemática del espacio.
Preciso vocabulario
Akal exige un vocabulario preciso, perfectamente representado en la consistencia de la fisicalidad y presencia de Munyaneza, cuya primera imagen es su cuerpo coronado con unos descomunales cuernos dorados, que han sido fijados entre su cabello trenzado. Así permanece hasta ese momento en el que, a manera de ritual, se despoja de este elemento que parecía una extensión natural de sí misma, y entonces al fin danza libre en esa sección rítmica que cierra la propuesta coreográfica. En este punto, la iluminación, que se ha ido intensificando progresivamente, alcanza su cénit como amplificando la intensidad de este trabajo robusto y consistente, donde la presencia y voz de Dorothee Munyaneza es capaz de impregnar todo el espacio.
Múltiples lecturas se desprenden de este trabajo de ejecución exactísima, que nos invita a experimentar una propuesta que celebra la fortaleza femenina y la riqueza de una cultura matriarcal reprimida por siglos, en una propuesta que incorpora danzas tradicionales indígenas y lenguajes más contemporáneos, que la voz de la intérprete transforma en poesía y rap, todo ello dentro de una estética muy de neón que se acrecienta hacia el final del espectáculo.
Akal es, en definitiva, una propuesta coreográfica hilvanada con una precisión bastante matemática pero sobre una libertad profundamente poética. He allí la fortaleza de este discurso, que reclama relevancia tanto en lo coreográfico como en lo político.
