MONSTRUOS Y CUERPOS
Arrancó ayer la danza en el Festival Grec con ‘Vessel’, de creador belga Damien Jalet, obra próxima al tremendismo visual. Allí estuvimos y esto nos pareció...
Texto_JORDI SORA i DOMENJÓ
Barcelona, 03 de julio de 2023
Se ha iniciado la danza del Festival Grec 2023 con la primera visita del creador Damien Jalet a Barcelona con su producción Vessel, una fantasía plástica que ha trabajado junto al escultor Kohei Nawa, en su paso por el centro de creación de Kyoto. Próxima al tremendismo visual, se quiere reflexionar -seguramente, porque las conclusiones no son muy evidentes - sobre la cosificación. Limitada aquí, toda vez que eliminas de lo observable justo aquello que nos hace más singulares entre idénticos: el rostro y su expresión.
Así empieza esta pieza de hora de duración y ritmo parsimonioso. Desde la oscuridad total de la sala, con un juego de iluminación que vale por medio espectáculo y una música obsesivamente reflexiva. Aparecen poco a poco los siete intérpretes entrelazados, siempre ocultando su cabeza con los brazos unidos a nivel de la nuca, con el tronco flexionado y luciendo unas amplias espaldas con las que prácticamente se relacionan todo el tiempo con la platea del Mercat de les Flors. Con un aforo de las mejores ocasiones, se acogió con agradecimiento la flexibilidad, compromiso físico y actitud de un grupo plenamente consciente que, más allá de su gesto, el montaje es un argumento lejano, inescrutable y más bien sincrético.
Con muchos monstruos y fealdad, eso sí. Porque dibujan figuras como si se tratase de bichos con bastantes patas y antenas, sin cabezas y diversos agujeros que se van conformando con los movimientos que, en un escenario con un palmo de agua, reflejan en medio de la tiniebla. Hasta parecería que fueran odiosos gigantes, ocupando el lugar de aquella belleza imposible de cuerpos que en su fortaleza y extraordinaria capacidad generan justo lo contrario de lo que se espera en un espectáculo de danza. Desde ese punto de vista, el impacto visual del montaje es indiscutible.
Y aún es posible pensar que hay una apuesta por un discurso, por un posicionamiento político, tan del gusto de los coreógrafos belgas, según me recuerda el crítico de danza Quim Noguero a la salida del teatro. Algo tan cierto, como que la pieza es rematadamente lenta. Este detalle y la dificultad para configurar un mensaje más claro, lastran el conjunto.
Buena propuesta para un público introducido, pero que probablemente haya dejado un sabor raro de boca para aquellos otros que querían celebrar su primera noche del festival de verano.
