TESÓN, CABEZONERÍA E INSTINTO
Marco Flores celebra hoy y mañana en Teatros del Canal sus 25 años de andadura flamenca con su unipersonal ‘Rayuela’. De la obra y de su obra, del flamenco y de la vida, charlamos con él. Léelo…
Texto_OMAR KHAN Fotos_JAVIER FERGO / PACO BARROSO
Madrid, 09 de marzo de 2024
Aunque la noción de un nuevo flamenco estaba perfectamente perfilada en 2009, la sensación de que había dos extremos opuestos era persistente. Se reconocía un flamenco tradicional, apegado a los usos y costumbres, que se diferenciaba del otro flamenco, el radical y rebelde que había llamado poderosamente la atención en los circuitos de la danza contemporánea de vanguardia. Entre uno y otro parecía no haber nada y para muchos, la alianza en Madrid de un grupo talentoso de creadores jóvenes e inquietos, vino a llenar ese vacío y poner el gris necesario. Fueron la generación Chanta la Mui, calificativo derivado del nombre de su primer espectáculo conjunto.
Hoy sus miembros están asentados, cada uno por su lado, con sus propios proyectos y todos tienen nombres destacados en el actual espectro flamenco: Olga Pericet, Manuel Liñán y Daniel Doña. También el benjamín, Marco Flores (Arcos de la Frontera, 1981), que justamente hoy y mañana estará celebrando sus 25 años de trayectoria escénica en los Teatros del Canal con su unipersonal Rayuela, en el que puede leerse su propia trayectoria como intérprete.
“Nos juntamos por las inquietudes”, nos comenta sobre aquella aventura. “Teníamos hambre de crear y jugábamos de manera inocente. Es verdad que ellos tenían más tiempo en esto, pero yo me sumé porque he sido siempre muy inquieto. Y todavía hoy sigo preguntándome qué era aquello, dónde estaba la línea entre las disciplinas, porque nosotros no buscábamos una ruptura sino tener una voz personal. Las vanguardias y las modernidades son muy diversas, y tendemos a estereotiparlas, pero cuando eso ocurre dejan de ser vanguardia”.
Mucho les ha ocurrido a todos ellos desde entonces. Pero en el caso de Marco Flores, que creó su propia compañía en 2010 y ha conseguido estrenar con éxito propuestas de gran formato como DeFlamencas, Tránsito, Laberíntica y más recientemente, Sota, Caballo y Reina, le ha ayudado no definirse ni pegarse a sí mismo ninguna etiqueta. “No sé qué es lo que hago. Es algo que no me pregunto, creo que si intentas catalogarte te limitas. Lo que hago, lo hago siempre desde las estructuras clásicas del flamenco, pero yo en mi trabajo lo que encuentro es una necesidad de búsqueda constante, de encontrar algo que me represente”.
En este sentido, el paralelismo es obvio con Horacio Oliveira, el gran personaje ficticio de la Rayuela, de Julio Cortázar, que se pasa la vida queriendo y persiguiendo algo que no sabe qué es. “Si miro atrás”, dice el coreógrafo reflexivo sobre estos 25 años de andadura, “claro que estoy contento, pero si es verdad que las preguntas las sigo teniendo, la inestabilidad sigue ahí. Ya sabes… el arte es algo que buscas y si lo encuentras, ya no es arte”.
Creaciones honestas
Hay humildad y franqueza en este coreógrafo y bailaor andaluz para nada al uso, que se ha hecho a sí mismo. Cuando hablas con él se desvela cristalino. Directo. Sin poses ni rebuscamientos. “Yo creo que mi fuerte está en el tesón, la cabezonería y el instinto de salir adelante. He conectado poco con los programadores y creo que también con una parte del público, pero es normal, no puedes caerle bien a todo el mundo. Mi coreografía y mi interpretación han sido cambiantes pero siempre honestas, y eso se paga”.
A su unipersonal Rayuela lo define como una impresión poética de estos 25 años de escenarios. “Es una propuesta muy diversa, hay una parte dedicada a mi tierra con sus chuflas y saetas, otra en la que, con todos los respetos porque Antonio el bailarín es insuperable, reinterpreto su farruca del Sombrero de tres picos, pero también es un espectáculo profundo, tiene una parte densa y oscura”.
Su vocación de coreógrafo la percibe más bien como una evolución natural en el intérprete flamenco. “Para ser bailaor te tienes que montar tus propios números, te montas tu soleá, tus palos… a un bailaor le encienden esa chispa de coreografiar desde que empieza, es algo que ya lo tienes. Claro, que luego lo desarrollas. Y yo en Madrid tuve la suerte de encontrarme con Olga, Manuel y Daniel”.
Nació Marco Flores en un ambiente familiar muy flamenco. Con un hermano bailaor, había aspiraciones en la familia que se dedicara a la guitarra. Se le dio fatal, pero hoy lo agradece porque gracias al instrumento conoció a fondo los ritmos, los tiempos los palos… que son también fundamentales para el baile. “Yo empecé tarde, pero empecé estudiando y al mismo tiempo trabajando, algo que antes era normal, era fácil porque los tablaos tenían espectáculos que necesitaban hasta diez bailaores, había compañías grandes que necesitaban mucho cuerpo de baile, ahora ya no. Y aún bailando de aquella manera, siendo muy joven, me cogió El Cordobés. Con él y tras un curso que hice con Antonio Canales dentro del Festival de Jerez, fue que entendí que esto era una profesión, comprendí el funcionamiento, y supe que era a esto a lo que yo quería dedicarme”.
Las funciones de Rayuela en Canal acaban este fin de semana pero la celebración de estos 25 años sigue con importantes citas internacionales hacia el verano en Luxemburgo, Stuttgart y Vancouver. Antes, le esperan en Las Palmas y Alicante, y después en Cartagena y Palencia. En mayo participará, otra vez en Madrid, en el Ciclo Flamenco Real, en el gran coliseo de la capital.
