susyq TELAVIV

Shalom Tel Aviv

Aquí va la crónica de la 23º edición de International Exposure, la enorme muestra de la nueva danza de Israel que cada año organiza el Suzanne Dellal Centre, corazón del intenso movimiento de danza que desde hace años se ha venido gestando en Tel Aviv. Allí estuvimos y todo esto es lo que hemos visto.

Para el público occidental el nombre de Ohad Naharin surge como el del coreógrafo más influyente del notorio movimiento de la nueva danza en Israel. Sus ingeniosas propuestas, siempre irónicas, divertidas y con múltiples posibilidades de lectura, incluidas las referencias políticas, han seducido audiencias en todo el mundo. Adicionalmente, bailarines y coreógrafos de todas partes agradecen las bondades de su cada vez más extendido y reconocido método Gaga, que permite una conciencia corporal inédita en el mundo actual de la danza contemporánea. Y para todos, Batsheva Dance Company, la compañía que lidera en Tel Aviv, está inequívocamente vinculada a su nombre. Pero no siempre fue así.

País joven, fundado hace menos de un siglo, Israel no tiene responsabilidad histórica alguna con el ballet académico ni el peso de esa tradición, así que los orígenes de su danza surgen a partir de los postulados de modernidad proclamados a mediados del siglo XX en Estados Unidos por Martha Graham, la gran innovadora de la danza contemporánea occidental, que a su vez va a tener un rol decisivo en la consolidación del movimiento de danza israelita.

En los años sesenta, su cercana amiga, la Baronesa Batsheva de Rotschild, con vocación de mecenas, quería impulsar en Israel una compañía y Graham accedió a ayudarla. Pese a que la coreógrafa siempre fue muy celosa con sus creaciones (todavía hoy son muy pocas las compañías que tienen obras suyas en sus repertorios) la Batsheva Dance Company, que tuvo su función inaugural en Tel Aviv en 1964, se hizo grande montando y girando obras muy relevantes de la pionera americana, incluidas coreografías fundamentales como Cave of the Heart o Diversion of Angels y una joya, The Dream que, otra cosa poco habitual, la coreógrafa estadounidense montó en exclusiva para la formación de Tel Aviv, en 1974.

Durante varios años, la Batsheva giró por el mundo bajo el signo de Graham y puso a Israel en el mapa internacional de la danza. Varios de sus directores artísticos fueron ex miembros de la compañía norteamericana y su éxito se atribuía a la fidelidad de sus interpretaciones de estos encumbrados títulos. El vínculo se rompió cuando, a mediados de los setenta, la Baronesa dejó de apoyarles para respaldar el proyecto de otra compañía, Bat-Dor, hoy desaparecida. Vinieron entonces años erráticos para Batsheva hasta 1990, cuando llega a la dirección artística Ohad Naharin, que había sido bailarín de la compañía y favorito de la mismísima Graham. Él dotó a la agrupación de una nueva y muy diferente personalidad. No obstante, cuando Naharin llegó, la compañía ya tenía rango estatal y se empezaba a vivir en Tel Aviv una creciente efervescencia por la danza contemporánea, gracias a la labor de gente que de alguna manera había estado vinculada a Batsheva pero había continuado sus investigaciones fuera, fundando sus propias compañías y modelando sus propios estilos.

La Batsheva de Naharin supuso una proyección internacional, un empuje relevante, pero es apenas la punta de un iceberg mayor, un innovador movimiento de nueva danza único en Oriente Medio, que cuenta con nombres e identidades propios, que se suman a una diáspora amplia muy apreciada, reconocida y asimilada en ciudades como Londres, Nueva York o París, donde brillan coreógrafos tan reconocidos como Hofesh Shechter, Jasmin Vardimon, Itzik Galili, Emanuel Gat o Sharon Fridman, con sede en Madrid. En las programaciones de los grandes teatros y festivales del mundo de la danza contemporánea global la presencia israelí es constante, casi insoslayable.

Suzanne Dellal

Hoy, el corazón palpitante de la danza de Israel late siempre agitado en el Suzanne Dellal Centre, un complejo arquitectónico del siglo XIX en Tel Aviv, ahora mismo en plena remodelación, que alberga dos teatros, algunos estudios y sirve de residencia a varias compañías, incluidas las veteranas Batsheva e Inbal Dance Theatre. Bajo la generosa dirección de Yair Vardi, el Suzanne Dellal genera todo tipo de actividades alrededor de la danza, incluido su ya histórico International Exposure, un showcase que, en forma de festival intenso, permite a más de 150 programadores, periodistas, gestores, directores de relevantes festivales y teatros de todo el mundo, conocer de primera mano las creaciones más importantes del año hechas en Israel. Alrededor de 30 coreógrafos y compañías presentaron sus nuevos trabajos durante la vigésimo tercera edición de este evento, tres fascinantes e intensos días de danza el pasado diciembre.

Aunque en no pocos casos hay una muy marcada influencia del lenguaje y modo escénico de Naharin, puede hablarse de diversidad. Israel produce una danza muy en sintonía con el mainstream de las coreografías y propuestas que se hacen y triunfan ahora mismo en Norteamérica y, muy especialmente, en Europa. International Exposure recoge todas estas voces, destacando la labor de jóvenes creadores emergentes, atendiendo también a una generación intermedia camino a la consolidación y dando su lugar a las compañías veteranas y a sus grandes pioneros. Entre ellos, Rina Schenfled.

Y es que del todo emocionante resultó Between Us, una performance ideada e interpretada por la mismísima Schenfeld, piedra angular del movimiento de la danza israelí. Fue fundadora de Batsheva, compañía en la que bailó y creó desde sus inicios, en 1964, hasta que en 1979 inició su propia andadura en solitario, manteniéndose activa hasta hoy. Más performativa que bailada, su nueva creación es ilustrativa de su personalísimo estilo en el que se descubren, cómo no, registros de Graham (se formó en su escuela, en Nueva York) pero también aires expresionistas de Mary Wigman. Aún en forma, danzando en juego con su abundante cabellera, y conectando con el surrealismo a través de objetos simples reconvertidos en enigmáticos, Schenfeld, a quien se le conoce justamente como La dama con objetos, es leyenda viva de la danza israelí. Al finalizar su actuación, charló generosa con los asistentes, en el que fue uno de los momentos más emotivos del International Exposure 2017.

Desde luego Batsheva Dance Company no faltó a la cita. Ohad Naharin abrió el maratónico festival con el estreno de Venezuela, su nueva creación, que levantó más polémica por su título que por su contenido. La incapacidad de encontrar un vínculo entre el discurso y un titular que hace alusión tan directa a un país en emergencia, que acapara titulares cada día por su ineficacia política e irrefrenable hundimiento, irritó a algunos, que encontraron oportunista e innecesario generar expectación con un título que remite a un lugar concreto con una situación muy difícil, que es ignorada luego en el discurrir escénico. Al margen del incidente, Venezuela es Naharin en estado puro. Consta de dos bloques aparentemente idénticos pero que tiene cambios sutiles en su segunda vuelta. Jugar a adivinar qué cambia y qué se queda, forma parte de su ingeniosa propuesta, donde se pueden identificar guiños a la salsa, el rap, el tango y otros bailes de salón amalgamados muy eficazmente con el peculiar y ya reconocible estilo de su autor. Adicionalmente, los jovencísimos y virtuosos integrantes del Batsheva Young Ensemble, la compañía junior, repusieron Kamuyot, un trabajo legendario en el catálogo de Naharin. Y arrancaron ovaciones con su fuerza, juventud y entrega.

Veteranos

Creada en 1973 por el ya fallecido Yehudit Arnon, Kibbutz Dance Company (KCDC) es otro de los pilares emblemáticos de la danza israelí. Fundada en un kibutz -las célebres comunas agrícolas de Israel-, ha tenido una larga y fructífera trayectoria y ha contribuido enormemente al desarrollo de la danza en el país desde su sede, The International Dance Ville, en el kibutz Ga’aton. Su reciente creación Mother’s Milk sorprendió con su elegancia y un diestro manejo de la composición. Remi Be’er ha impreso al colectivo su huella como director artístico y en esta ocasión ha querido rendir homenaje a sus padres con una obra más bien abstracta pero en la que hay rastros de los usos y costumbres familiares (esa lámpara de comedor) en medio de un enjambre de bailarines que se enredan y se enzarzan con precisión matemática.

También sorprendió y, en no pocas ocasiones conmovió, la enorme belleza formal, el carácter cuasi ritual y la fuerza poética de One. One & One, deslumbrante propuesta reciente de Noa Wertheim para la ya sólida agrupación Vertigo, que dirige desde 1992 a cuatro manos con Adi Sha’al. Aunque su lenguaje es tremendamente contemporáneo y heredero seguro de los códigos de Batsheva (ambos creadores formaron parte de la compañía de Naharin), su nueva creación es una oda al mundo rural, un llamamiento a la vida sencilla con una clara preocupación ecológica. Desde el blanco inmaculado y aséptico del inicio hasta el final, ya con el escenario completamente cubierto de tierra marrón y los tremendamente eficaces y emotivos bailarines formando parte de ella, el trabajo se plantea como un viaje hacia la esencia de la naturaleza y un alejamiento momentáneo de la tecnológica y agitada vida moderna en la que vivimos.

En otro registro, con preocupaciones muy claras por la composición, la puesta en escena y esa calculada gradación cromática, Suddenly We Were Alone fue la pieza que estrenó Noa Shadur con el potente equipo de Inbal Dance Theatre, la agrupación con sede en el Suzanne Dellal Centre, que dirige. Con una masa de bailarines que crean composiciones insólitas siempre pegados a la pared de fondo, dejando el espacio vacío a furtivos protagonistas que alternan solos y duetos, la obra sugiere una reflexión acerca del comportamiento colectivo, la vida en sociedad, la solidaridad propia y de los otros, y lo que significa la soledad y la autosuficiencia en un colectivo que intenta progresar en grupo. Interpretada con precisión, cuidada en los detalles y en la muy acertada música, dueña de una estética personal y sugerente, la pieza es una muestra más del indudable talento de esta veterana compañía, a la que se deben títulos de envergadura como su ya emblemática We Do Not Torture People.

No abunda la llamada danza teatro en las propuestas de las compañías israelitas. De allí que sorprendiera muy gratamente Icetree, una creación de Inbal Pinto & Avshalom Pollack para su compañía de largo recorrido. Con un equipo de bailarines insólitos, cercanos a la acrobacia circense, los coreógrafos ponen en pie esta obra poética poblada por sillas que los intérpretes manipulan con asombrosa precisión, creando una especie de maquinaria escénica de relojería con aires irreales, que aparece inspirada en Las sillas, de Ionesco, título clave del teatro del absurdo. También podría citarse a Beckett como inspirador de esta propuesta refrescante y emotiva que iluminó con su gracia el International Exposure de este año.

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Venezuela, de Ohad Naharin, para Batsheva Dance Company.

Talento joven

Una nueva generación de coreógrafos se abre camino en Tel Aviv. Creadores jóvenes con proyectos ingeniosos intentan destacar en el competido escenario de la danza israelita. Sorben de sus maestros, inventan nuevos códigos y parecen más conectados con cierta experimentación europea. Son atrevidos y desmelenados. Miran a occidente pero al tiempo conservan sus raíces. En muchos casos, desde luego, se nota la huella de Naharin.

El tándem Yossi Berg & Oded Graf destacó con su original versión amarilla de La consagración de la primavera. Suprimen la narrativa del ballet ideado por Nijinsky pero sucumben a la tentación de citar en algunos pasajes a Pina Bausch. La suya es una versión masculina para cuatro intérpretes, ellos dos incluidos, que explora temas como el sacrificio, la hombría, la exaltación bélica, la identidad masculina, la adoración y el culto a la persona, con cierta originalidad a pesar de tratarse de la enésima adaptación de este clásico. En contraste, Jasmeen Godder, una de las más reconocidas artistas experimentales de la escena de Tel Aviv, optó por la exploración de lo femenino desde su dueto Two Playful Pink, un tríptico en el que sus dos bailarinas ofrecen una mirada al cuerpo de la mujer y las diferentes lecturas sociales que sugiere.

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Suddenly, We Were All Alone, de Noa Shadur para Inbal Pinto Dance Theater.

It’s Now. It’s Never, de la compañía Dafi Dance, que dirige Dafi Altabab, es como un viaje en el tiempo, una zambullida retro-kitsch a ritmo de Elvis Presley que habla de la memoria, de lo que nos queda del pasado en el presente y de cómo reinventarlo. Por su parte, Second Home, de Guy Shomroni & Yaniv Abraham, con su ambientación otoñal y su casita en miniatura que alberga cuatro bailarines, supone una reflexión, muy humana, muy cercana, sobre el hogar y la familia. Teatral y algo delirante es en cambio II Acts for the Blind, de Roy Assaf, creador joven que fue bailarín de su compatriota Emanuel Gat, en Francia, y ha hecho obras de encargo para la Batsheva junior y el Royal Swedish Ballet.

Históricamente, la danza reivindicativa de carácter político ha sido siempre un territorio creativo fértil para muchos artistas de Israel, quizá porque viven en un país en permanente alerta de guerra. De manera usualmente velada, en muchas de las obras del mismo Ohad Naharin subyace un discurso y una postura política (Anaphase, Virus, Last Work son ejemplos ilustrativos) y ocurre otro tanto con creadores en la diáspora como Hofesh Schechter, Itzik Galili o Keren Levy. El año pasado en International Exposure irrumpió Hillel Kogan con su irónico dueto de elocuente título We Love Arabs, que fue visto posteriormente en el Festival Grec, de Barcelona. Este año, habría que hablar de Renana Raz y su desestabilizadora propuesta Wart (juego de palabra anglosajón entre las palabras guerra y arte), que en clave de humor macabro ofrece una visión aterradora del mundo belicoso en que vivimos. Echando mano de la narrativa, cuenta la peripecia de una princesa de la guerra con traje camuflado y corona de balas, que se mueve en un campo de batalla en el que aparecen todo tipo de alusiones políticas a Corea, Siria, la crisis de los refugiados, la USA de Trump y la misma Israel. Desde otro lenguaje de la danza como lo es el minimalismo, la jovencísima Sahar Damoni presentó su solo Pir’gin que, con sus giros incesantes, recuerda los trabajos tempranos de la coreógrafa belga Anne Teresa de Keersmaeker pero le sirven para hablar de la confusión tremenda, la espiral que supone ser mujer, artista, palestina de nacimiento y crianza, y residente en Israel. Finalmente, y en un tono abiertamente experimental, Lilach Livne obligó a sus espectadores, en Pure Dance, a vivir la experiencia de vestir un burka.

Schlomit Fundaminsky, Dana Marcus, Ravid Abarbanel, Shira Elkouby, Egor Menshikov, Osnat Kelner, Martin Harriague, Noa Shadur, Bosmat Nossan, Ido Feder, Idan Cohen, Noa Zuk, Ohad Fishof, Iris Erez, Rachel Erdos, Anat Danielli, Yotam Calo, Siderot Adama y Sharona Florsheim completan la larga lista de artistas que mostraron su talento en estos tres días frenéticos que hicieron repaso de lo más relevante de la pujante y diversa nueva danza de Israel.

Texto_OMAR KHAN

Foto_portada_ Icetree,de la Compañía Inbal Pinto & Avshalom Pollack.

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